
Un espacio en que las voces se juntan, se mezclan, se manifiestan,y se hacen versos entre sí. Todos los momentos de la vida, todos los pensamientos profundos y las impresiones poderosas que la guían, la adornan y la llenan, poco a poco van saliendo de la memoria al encuentro de otras voces, para aprender, para crecer, para ser humanos. (Hasta abajo las más antiguas, denle también en "entradas antiguas" hasta abajo, y hay muchas más voces)
viernes, 25 de diciembre de 2009
jueves, 17 de diciembre de 2009
Eso es pasión

- Sabes qué, el otro día fui a la boda de mi excuñada. Me invitaron, ¿tú crees? El hecho es que pudimos platicar a gusto, resolver las cosas. Sentí mi círculo completo con él, pero sentí una mezcla de arrogancia y pedida de ayuda...como presumiendo el sufrimiento.
- Ah, detesto esa estrategia – dije. La conozco bien.
- ¿Sí? ah, me cuesta trabajo sobrellevarla. Pero mi formación me da herramientas para aceptarlo todo – rió con su risa coqueta, poco profesional, pero tan dulce. Es curioso – prosiguió – cómo las “teorías” cambian tu interacción cotidiana.
- Ah, ya sé, eso pasa y es preciso que suceda. Creo que es sano que la ciencia impregne a la vida en la medida en la que el cerebro lo soporte. Por lo menos el de unos cuantos locos como tú y yo. Creo que la coherencia es irresistible. Queremos ser coherentes entre lo que sabemos y nos convence, y lo que hacemos... para actuar con “sustento”, con realidad, con... libertad. No puedes decidir nada sin saber nada, al menos no más que un paramecio. ¿Y estás contenta con la cientificidad de tu cotidianeidad?
- Sí, la verdad sí. Dicen que los psicólogos somos los que más necesitamos terapia – esta vez reí yo pero ella continuó -. Ahora entiendo... si uno va a preguntar algo para “ayudar”, debería preguntárselo antes uno mismo... Incluso, he practicado algunas cosas para experimentar... He tentado un poco al delirio, me he embarcado más de una vez en la odisea hacia otras vidas, para poder hablarles, para escuchar lo que las palabras tienen que decir... y aún falta tanto que... a veces tardo mucho en dormir, saboreando las preguntas en mi cabeza, pensando, sin descanso, en el pensamiento.
Conmovido por fin por esa emoción sublime, propia del científico empedernido, respondí:
- Eso es pasión, chérie, tú entiendes.
viernes, 20 de noviembre de 2009
Sed

Sé que fuiste amable, adorable verdaderamente, querida. Dentro de este corazón - que, aunque no late, se mueve - yace la certeza de que ello debíase no sólo a tu solemne obediencia como criada, sino a la disposición gentil de tu cortesía, de tu piadosa generosidad. Es más, si yo me atreviera demasiado podría pensar que esas profundas miradas, esos delicados flirteos que me dirigiste expresaban... amor. Pero, en retrospectiva, ahora que conoces a la bestia que está dispuesta a borrarte para siempre por la mundana necesidad del cuerpo y de mi alma condenada, te pregunto ¿me es posible hablarte de amor en la antesala de la muerte?
Pero trataré de responderte. ¿Por qué a ti? Entre todas las mordaces verduleras que en mis dominios me fastidian y que han engordado tanto para abundancia de mis festines, ¿por qué a ti? La dulce, la preciada criatura... ¿por qué a ti?
La mayoría de los monstruos como yo se excusarían con la primera y natural consecuencia de nuestra vida eterna: el tedio. Pero yo no. Yo no conozco esa despreciable sensación, y considero que es propia de seres de breve entendimiento. En verdad te digo que me complacen los sencillos brotes de peculiaridad de cada día. Por eso me fijé tanto en ti. Pero no sé cuándo comenzaste a serme apetecible.
Sólo se me ocurre que, a mis novecientos cincuenta y tres años, soy tan viejo que la bestia dentro de mí probablemente se civilizó, y se dio cuenta de que lo único civilizado para ella es autodestruirse... Y destruyendo todo mi placer, todo mi sentido, todo mi...sentimiento, me destruiré por completo, y en cualquier arranque de cólera enloquecida saltaré del precipicio. Soy una bestia maldita. El universo quiere mi extinción, la necesita. Soy una forma en la que la naturaleza se autoflagela, cuestionándose a diario la sinrazón de mi existencia. Por eso el orden de mi conciencia retorcida no puede ser otro que el deseo de destuirme.Y por eso he de romper con todo lo que me ata al mundo. Y, ahora que lo preguntas, pienso que yo ansío tu sangre desde que me di cuenta que te amaba.
Ése es el enorme, el inmenso significado que quiero regalarte antes de deleitarme y torturarme bebiendo hasta la última gota de tu roja delicia: tu misión en la vida... no, más bien, la misión de tu muerte, será devolver el cosmos a su eterna armonía.
Así que ven, delicia mía... no esperemos más.
Fragmento de Un libro que nunca fue
de Víctor Kraskatollin
martes, 22 de septiembre de 2009
Mescalina

Como todo hombre ocupado, supe hallar pretextos para distraerme del peligro entrópico que impregna a las obsesiones y pasaron varios días durante los cuales la cubierta seductora de ese cuaderno mullido supo resplandecer sobre mi escritorio. Hasta que un día el teléfono dejó de sonar, y sucumbí...
"Hube caminado tanto, tanto. Hasta que alguien se atrevió a pronunciar el umbral de tu morada: jículi, jículi. La Rosita de luces. Caminé sobre el paraje abandonado, el que parece abuelo de todos los desiertos, allá pasando El Real... y Él me llamó, de entre las rocas. Fui el primero en encontrar su mundo. Y después del treceavo gajo de sus carnes sapientísimas, el camino de las luces se iluminó y me abrió paso a otro viaje, donde nacen las preguntas y se funden las paredes hasta que el vacío no es nada."
Desde las primeras líneas presentí que se trataba de algo distinto. ¿Distinto para quién? Un caso más de transtorno por sobredosificación no es realmente nada que haya podido convencer a los demás de quedarse en el caso. Dicen que en el diagnóstico hay más de uno mismo que del paciente.
Aunque es una técnica más o menos heterodoxa, a nadie le importaba ya. Es como si su "madurez" lo hubiera separado del estado infantil de la mayoría de sus compañeros, haciendo de él alguien "no necesitado" de las recurrentes atenciones. Él lavaba sus dientes, comía, y se hacía cargo de sus inmundicias de forma limpia, eficaz... diría yo que automática. Y una vez concluídas sus labores, volvía a la ventana, o al techo, o a uno de esos espacios donde se dedicaba fundamentalmente a musitar... y a sonreír. Así que decidí leerle algunos pasajes de su propia pluma:
"La primera vez que te vi estabas cosechando crepúsculos en tu canasto. La lluvia de calor recién había cesado y estabas empapada en las manos de tus fantasías. Y entonces supe absolutamente todo de ti. La iluminación de que mi estado me dotaba me permitió ver todos tus rincones, y me regaló el poder, que sólo se tiene en sueños, de contar la vida en el orden deseado. Decidí saltar los días de humor e hipocresía, en los que hubiera tenido que fingir largamente que mi cuerpo no estuvo desde el principio absolutamente inclinado a devorarte. Decidí saltar esos días y llegar al momento dulce entre tus piernas en que escuché tus palabras convencidas. Me enamoré sin remedio de tu voz de colores, de tus ojos de voz, de todos tus rincones, en ese mundo extraño del jículi embustero. Recuerdo nuestra vida juntos, ésa donde vivimos a pesar del tiempo."
No sería exacto decir que en esa ocasión se percató de mi presencia. Pero puedo pensar que se percató de mi existencia. No fue mi voz sino mis palabras las que le provocaron mirarme y sonreír por un breve instante. Ese instante significó un momento de éxtasis, la desembocadura de mi fijación obsesiva por el misterio de este hombre feliz.
Ya estaba dormida cuando llegué a casa. La miré, libro en mano, y al recostarme besé su espalda. Tuve una terrible necesidad de despertarla. Una extraña inquietud dentro de mí no se callaba, pero no decía nada, sólo gritos en la oscuridad. Y por respeto a su sueño, guardé silencio y dormí.
Los días que siguieron me ocuparon nuevamente, dándole respiros a mi tendencia a ser coherente. Sin embargo, el tamborileo mudo del librito inconcluso, y el número de su habitación en mis paseos por el pasillo impidiéronme salir del enredo. No sé cómo habré estado hablando en la hora de la comida mientras todos me miraban atónitos. No sé bien qué dije, pero todos me aconsejaron tomar vacaciones. Por supuesto, sólo reí a carcajadas.
"En cualquiera de esos instantes, vi una lágrima de mercurio verde y negro corriendo por tus mejillas. Era adiós que me decías, cuando el suelo comenzó a hacerse sólido y las sábanas de luz recobraron su aspereza. Me hallaba otra vez en el suelo del desierto. Diez horas, todos me decían. Que diez horas, todos insistieron. En diez horas, yo les digo, no se ama. Para diez horas no se sufre, no se peca, no se respira. Por diez horas no se deja al olvido lo que por primera vez, y en otro mundo, se sintió cierto. Si no es verdad el color de tu sonrisa, no es verdad el tiempo. Si no es real el sudor de tus cobijas, no es real la arena del desierto. Si no es cierto el calor entre tus piernas, diré simplemente que yo no soy cierto."
Casi callé. Casi callé cuando miré que él lloraba. Casi callé, pero no pude, porque estoy empezando a convencerme de que de algún modo es mi misión imprescindible terminar la lectura. Y lo que casi me hizo callar no fue algún resto de mi compasión humana que suele uno aprender a mitigar en la escuela de medicina, sino la constatación de que lloraba de alegría. Lloraba como quien ve las fotos de la infancia o las de la feliz boda de su hija. Y entonces, después de mirarme por segunda vez... tocó mi hombro.
Llegando a casa, sólo encontré la nota. Sabía que algo andaba mal desde hace tiempo. El calor del otro lado de la cama era omiso. Ya no estaban ni su ropa, ni sus cosas, ni su olor, sólo la nota. Y toda esa noche la pasé a la mitad. Roto, menguado. A la mitad. La pasé despierto, con temor de abrir las páginas de nuevo. Temor a leer las razones profundas de un hombre que superó al orden de las cosas para ser feliz, y pasar día y noche satisfecho, mirando al vacío donde él ve un mundo. Pero el temor se volvió absurdo a las tres de la madrugada. Y volví al otro día con un saco de preguntas.
"No sé cómo explicarlo, pero hay un "allí" donde te encuentro. No sé cómo describirlo, porque las palabras de este mundo no sirven para hablar la lengua de tu cuerpo y de nuestra cabaña hecha de plumas y de crepúsculos tejidos. He de embarcarme en la terrible travesía por hallarte, porque ahora empiezo a recordar que no entender nada es la condición sincera de la vida. Nunca entendí realmente nada de este mundo. ¿Por qué debo entender a "dónde" es exactamente que te iré a encontrar? Si lo único que se ha sentido cercano a la comprensión, es el beso que dejé tatuado en su vientre con luces y cintilaciones rebosantes de color. Que esta pócima sea el remedio, para volver a tu cuerpo complacido, para que este tiempo que he estado sin ti sea, a todas luces y bajo cualquier lógica, el momentáneo delirio de un segundo. Me embarco a tu reencuentro, al viaje del despertar profundo."
Trataron de sacarme de su habitación cuando mis gritos inquisitivos se oyeron en todo el piso. Pero atranqué la puerta, y supe defender los pocos minutos que tenía para encontrar sentido. Lo miré suplicante, y lo tomé de los hombros, gritando ya sin palabras los gemidos desesperados del chimpancé o del niño que tiene en su cerebro el irrenunciable impulso de salir para encontrar en un universo extraño el mismo calor oscuro del vientre maternal. Y antes de que lograran amordazarme, antes de que me trajeran aquí para encerrarme, logré hallar la fórmula que concedía todos mis deseos cuando el arrojo triunfante de mi espíritu enloquecido me permitió tomarla en serio:
- Es hora- me dijo. Ten un frasco. Vámonos.
Fragmento de Un libro que nunca fue
de Víctor Kraskatollin
domingo, 6 de septiembre de 2009
Frente al Adversario

El Adversario me miró con terrible saña, con esa que lo hace odioso y de la que tanto se jacta, y tomó la palabra para dar por fin explicación de una reunión que por otra cosa no tendría sentido:
- ¿Quién es viejo, Luzbel? Viejo es quien cambia sin correr en la misma dirección del cambio. Yo siempre he sentido entre las venas el fuego del que hablas, del que pende mi carrera. Y el terrible estupor que no se apaga, ha cambiado mis entrañas tantos años, que lo extraño cuando no corta mis llagas. Ha cambiado ese extraño amor por mi venganza. Y he sabido quién soy en el recorrido. Porque mucho, Luzbel, mucho he corrido. Más de lo que ven de tus ojos las llamas. Pero he sabido quién soy, porque he vivido. He estado en Edén, y he probado sus vinos. He parido con fiereza el fruto de los vivos, tras sembrar en mis entrañas de sus cuerpos los fluidos. Cuando sueña el hombre con el paraíso, yo he sabido robar el pedestal y regalar placer a santos, pecadores y benditos. Y he sido mujer más de lo debido. Yo he vivido, he amado y he sufrido y he matado. Y por todos los frutos de mis ramas caídos, y por toda la sangre de mis hijos vencidos, por los lilings valientes y el perfecto gemido, escucha en medio de tu corazón al rayo atronador que sea mi grito ¡Yo soy yo, Luzbel, y no tu mito!...Por eso tu odio, Adversario, querido amigo, por eso sencillamente tu odio no es el mío. Mi odio es amor por lo que he venido a ser. Yo odio por ser palabra pronunciable por mi amor y por mi ira, por la tumba y por el nido, por mis pasos, y delicias, por mis soñadores, por mis delitos. Yo he odiado, por ser, al que no quiere admitir mi ser. Tú, en cambio, ¡tú Lo odias porque quieres ser Él! Tú lo odias porque no quieres existir...porque no quieres vivir, no quieres apestar, fornicar, ni fenecer... A tal grado Él quieres ser que hasta tu odio por Él se ha vuelto odio por ti...si fuera por ti, tú no querrías existir... si fuera por ti, tú no querrías ser. Y ahí encuentro otra feliz disparidad: yo no he sabido, como tú tener piedad.
- ¿Piedad?
- Tú, que ansías con destruirlo, no has podido ver en tu deseo cumplido un acto de piedad, de misericordia por Él que no se la ha permitido. Si miras como yo, dentro de sus ojos, la infinita tristeza del futuro, entenderías por qué Su destrucción sería un piadoso acto de bondad. La fuente de su ira, del rencor que nos reserva, tortura de su vida, que mi furia no dispensa, es para su triste corazón la vida eterna.
- Creo...que ahora veo.
- Cuando estuve en Edén, retosando con la bella mujer, hubo una rama de la que pude comer, y así habría terminado la miseria de Yahvé. Soy, ante todo, la que aquél momento fue. Porque decidí ser. Di a mi dulce compañera del otro fruto, el del saber. Y fue cuando se vio desnuda y humillada, y aterrada corrió a convertirse en la mujer. Le di un regalo: la vida. Le di el dolor, la angustia, la agonía...le di en la oscuridad del sueño la promesa del fin de sus días. Le di el ansia, el afecto, la pasión, la alegría. A mi Adán le di una nueva compañera; le di la tentación, la esperanza y el lecho para descanso de sus días. Yo rompí algo en la eternidad que Él profería. Rechacé la vida eterna porque de haberla bebido, me parecería a él. El Pequeñuelo Eterno sabe que no mentía, y que no estaba siendo cruel. Eligiendo el final destruí la apatía, la roca, la desidia. Por eso no soy como tú. Porque mi lucha contra Él es que di vida. Verdadera vida di al hombre que en el mundo muerto de la eternidad, en el fondo aún era de arcilla.
Cada día que sufro agradezco a mis pasos la alegría de no ser Él, de no estar mudo, iracundo y aterrado en la promesa marchita de lo que alguna vez fue Edén. No sé quién soy yo Luzbel, soy tu decepción, soy de Eva la ilusión, soy la muerte, soy el sueño y, los que sueñan con mi amor, te jurarán que, entre mis piernas conocieron la pasión. Y entonces, en realidad no sé quién soy, y no soy Quién, para tornar esa pregunta en una vida de obsesión... pero no soy tú...y por mi vida, por mi incierta, mi adorada y mi finita vida, no soy Dios.
Fragmento del Génesis de Lilith
de Víctor Kraskatollin
lunes, 31 de agosto de 2009
Por eso no olvido

- Me he cansado mucho mentalmente... He deseado dormir por diez días con una fuerza que ni te imaginas...por diez días o hasta por diez años!¡Quién fuera vampiro!...a veces los entiendo tanto
- El cansancio... ¡cómo nos limita!
- Sí. Porque es cierto que los vampiros tienen una ligera ventaja...tienen toda la eternidad para volver a empezar.
- De alguna forma, creo que sí. Si es que tambien pasa lo mismo con su memoria...
- Bueno...algunos lo logran, pero es muy muy difícil. Sé que trescientos años de práctica te dan ventaja, pero cómo lograr la "dismnesia" perfecta, la selecta, la volitiva...
- Oh...
- Sabes, recuerdo un programa [...] era lindo, aunque se hizo tedioso. El hecho es que la protagonista era una creación artificial del ejército diseñada para ser el soldado perfecto y una de sus habilidades era borrar selectivamente su memoria en caso de que la atraparan, pero en un capítulo lo hace para olvidar una pena. Me hace pensar...¿realmente quiero olvidar? Creo que a mí no me queda. Pero tampoco permanezco en el recuerdo...la verdad no lo podría hacer aunque quisiera.
- Bastante equilibrado. Me pregunto qué es lo que nos hace olvidar. Es tanto irrelevancia como dolor.
- Creo que somos económicos, pero tal vez eso prueba que la economía no es racional en todos los aspectos, sólo siempre desde un solo punto de vista. Quiero decir, creo que nuestro cerebro no quiere realizar un gasto neuronal excesivo. Así que, basado en cuestiones sobretodo no-racionales (pero no irracionales), sobretodo emotivas, selecciona "lo que sirve". En un sentido es racional: economiza...pero en otro es no-racional: selecciona por los afectos y emociones.
Ahora, el dolor... me parece que sobretodo podemos admitir que el dolor sirve. Sirve racional y no-racionalmente. Tanto nos salva del fuego como nos hace poetas magníficos. Si el dolor "sirve" tanto, si salva vidas y gana admiradoras al trovador, ¿por qué el cerebro lo selecciona a veces como "dispensable"? ¿Por qué lo olvidamos? Además olvidamos sólo algunos dolores,no todos. Así que desde un aspecto eso es racional, porque nos libramos de los "dolores inútiles"
pero nuevamente, ¿por qué "inútiles"? ¿Será sólo porque los "útiles" nos dan la compasión de los demás, pláticas interesantes, poemas bonitos y un look tipo "condesa"? ¿O es que hay parte indispensable de lo que somos en esos dolores? Y sin embargo... parece que se ha descubierto, que mucho de lo que somos es lo que no sabemos que somos...
A mí me parece que rescatar de algún modo los dolores olvidados tiene mucho que ver con la superación de las represiones, y con el despegue de nuestras capacidades. Y entonces, ¿por qué el cerebro las olvida? Somos económicos, pero eso no es racional. Es como una "economía afectiva".
- Exacto.
- Por eso no olvido.
Fragmento de "Conversaciones con mi psicóloga y amiga"
de Víctor Kraskatollin
viernes, 24 de julio de 2009
Fruto prohibido

lunes, 8 de junio de 2009
Ladrona de semillas

En una ocasión, un hombre se sintió solo porque su compañera lo había rechazado... aparentemente su amor fue demasiado ígneo para ella, que apenas era una niña cuando él ya había conocido a más de una prostituta y a una docena de cabras. Este hombre, curioso como me gustan, andaba rondando peligrosamente la llanura solitaria donde los genios silban y hacen desviarse a los peregrinos. Pero él no... él no se dejó intimidar por mis trucos habituales, ya que los silbidos terroríficos sólo consiguieron atraerlo más. Y cuando vi su rostro, sus brazos y sobretodo esos ojos deseantes y desesperados por tener una aventura, me di cuenta de que yo, después de tantos años, ya no quería estar sola. Este joven sería mi segundo Adán: en devorarlo pondría todo mi arte y mi palabra, y no habría escapatoria para él. Al verme, para mi interés (mas no sorpresa) sus labios musitaron, como por erudición espontánea, un nombre que no se había pronunciado por siglos en la tierra: el mío. Un familiar pero lejano temblor entre mis piernas reinauguró la humedad perdida de un sexo destinado a la posesión de aquél que absorto me contemplaba sin poder moverse, sin poder correr o armar su honda... pobre mozuelo apetecible frente a aquella que lo ha perseguido - sin saberlo - desde antes del diluvio.
Comencé por recobrar la tersa y esbelta figura, a la imagen perfecta de mi Eterno Enemigo. Mis joyas de piel en armonía, entre el rubor de mis mejillas, mis pezones de aurora sobre mis perfectos pechos, y las llamas de mi cabello como en metonimia de lo que por dentro ardía... la humedad entre mis piernas brotó sin más remedio, rogándole a mi nuevo esclavo que fuera hombre dentro de su diosa. Y tomé la iniciativa para incitarle con mayor ahínco y con elocuencia retadora para el Creador al que maldijimos juntos mi amante y yo en aquella cueva. Lamí con mi lengua de serpiente predadora la cara interna de sus muslos, y de pronto - yo me atrevo a suponer que fue el Creador mismo en venganza - mi pastor se desplomó inconsciente, y cayó en un profundo sueño.
Entré al mundo de los sueños donde el pastor soñaba. Y ahí donde el delirio circundante desnudaba los impulsos y vestía de piel y miel los pensamientos, me amó tan deliciosamente, tan poderosamente que allá en los cielos Alguien se fue a ocultar, asustado y derrotado. Mi piel húmeda y perfecta se unió a la de mi amante, y lo hice sentir lo que su hembra jamás hubiera conseguido procurarle... Nos tocamos, nos rozamos, nos movimos en toda posición, por todo el cuerpo, las bocas, los sexos, los ortos, los pliegues, ultrajando con goce inigualable el nombre del Altísimo Niñito Asustado. Le he realizado toda clase de artilugios oscuros y esquisitos, lo puse en un duelo tal con su placer y su deseo en proceso de satisfacción, lo hice confesar de tal manera la extensa perversión de sus bríos y sus fijaciones, que mi pastor explotó expulsando su semilla más allá del mundo de los sueños, rompiendo sus cielos y llegando hasta el mundo terrenal, donde él yacía desmayado, donde yo lo estaba esperando para devorar su semilla con mis labios...
Fue así como aprendí mi oficio para desafiar sin tregua al Señor de la ira; fue así como quedé preñada de un hijo del hombre por primera vez.
Mi pastor, creyendo que nuestra aventura había sido sólo un sueño, volvió con su compañera, y esa tarde en la llanura, junto a los silbidos de los genios, se escucharon gritos placenteros de mujer.
Fragmento del Génesis de Lilith
por Víctor Kraskatollin
domingo, 31 de mayo de 2009
Memorial de la primera piedad

lunes, 27 de abril de 2009
Color

En fin, te decía que a pesar de algunas cosas de este lugar que sí amo, me tengo que ir para siempre de aquí.
Hoy entré al cuarto prohibido de papá. Ya me había cansado de aburrirme tanto, y ya leí todos los demás libros de la casa. Hasta leí las etiquetas de todos los frascos de la cocina como quinientas veces. Pobre de la señorita Violette, le pegué un susto enorme el otro día cuando moví un montón de frascos sin querer. También Violette se enoja mucho cuando prendo la tele para ver las caricaturas, y siempre grita.
de Víctor Kraskatollin
sábado, 18 de abril de 2009
Oasis

Cuando ella se hubo saciado, otra saciedad más poderosa se hizo presente en los temblores de mi cuerpo, de vientre y de mis piernas donde mi oasis continuaba emanando. Ese placer esquisito nos completó, y nos dio por primera vez en la jornada un momento de descanso verdadero.
Fragmento de Un libro que nunca fue
de Víctor Kraskatollin
jueves, 9 de abril de 2009
Llueve

Sábanas

Primera brevísima historia

La ciudad

Bueno, éste ha sido mi primer poema en mucho tiempo. Eso de ser incapaz de escribir poesía me estaba asfixiando en sobremanera. Tenía tanto qué decir...pero a veces ocurre que no tenemos el valor necesario para confrontarnos a nosotros mismos y de ahí extraer la poesía. ¿Será por ello que en la depresión o en momentos de verdadera catarsis nos es más fácil hacer arte?El otro día, al borde de la fatiga espiritual, de la más áspera acidia, antes de que la magia del amor me hiciera renacer, pude escribir una poesía, producto quizá de la pesadez de las reflexiones sobre las tragedias experimentadas en la investigación de la antropología urbana, testimonios que mi profesora del lunes temprano no escatima en producir. Así, le dije a Nadia cuánto me fastidia a ratos esta ciudad, y cuán seguido me conmueve y cuánto, en muy escasos ratos, me cautiva
Frente al mar
