lunes, 8 de junio de 2009

Ladrona de semillas


En una ocasión, un hombre se sintió solo porque su compañera lo había rechazado... aparentemente su amor fue demasiado ígneo para ella, que apenas era una niña cuando él ya había conocido a más de una prostituta y a una docena de cabras. Este hombre, curioso como me gustan, andaba rondando peligrosamente la llanura solitaria donde los genios silban y hacen desviarse a los peregrinos. Pero él no... él no se dejó intimidar por mis trucos habituales, ya que los silbidos terroríficos sólo consiguieron atraerlo más. Y cuando vi su rostro, sus brazos y sobretodo esos ojos deseantes y desesperados por tener una aventura, me di cuenta de que yo, después de tantos años, ya no quería estar sola. Este joven sería mi segundo Adán: en devorarlo pondría todo mi arte y mi palabra, y no habría escapatoria para él. Al verme, para mi interés (mas no sorpresa) sus labios musitaron, como por erudición espontánea, un nombre que no se había pronunciado por siglos en la tierra: el mío. Un familiar pero lejano temblor entre mis piernas reinauguró la humedad perdida de un sexo destinado a la posesión de aquél que absorto me contemplaba sin poder moverse, sin poder correr o armar su honda... pobre mozuelo apetecible frente a aquella que lo ha perseguido - sin saberlo - desde antes del diluvio.
Comencé por recobrar la tersa y esbelta figura, a la imagen perfecta de mi Eterno Enemigo. Mis joyas de piel en armonía, entre el rubor de mis mejillas, mis pezones de aurora sobre mis perfectos pechos, y las llamas de mi cabello como en metonimia de lo que por dentro ardía... la humedad entre mis piernas brotó sin más remedio, rogándole a mi nuevo esclavo que fuera hombre dentro de su diosa. Y tomé la iniciativa para incitarle con mayor ahínco y con elocuencia retadora para el Creador al que maldijimos juntos mi amante y yo en aquella cueva. Lamí con mi lengua de serpiente predadora la cara interna de sus muslos, y de pronto - yo me atrevo a suponer que fue el Creador mismo en venganza - mi pastor se desplomó inconsciente, y cayó en un profundo sueño.

¿Con quién se ha creído el Gran Ególatra que está tratando? ¿Con un corderito como su primer hijo? No sabe que mis colmillos conducen el veneno delicioso, "por todos apetecido, por todos deseado, por todos añorado" hacia cualquier rincón donde todavía reine y pueble la conmovedora debilidad de los hombres. Si mi amante deudor fue raptado por Aquél al mundo donde las palabras cambian de piel y las sensaciones viven silvestres como mis labios, entonces tendré que viajar por sus venas, por su bazo, sus riñones y su corazón...

Entré al mundo de los sueños donde el pastor soñaba. Y ahí donde el delirio circundante desnudaba los impulsos y vestía de piel y miel los pensamientos, me amó tan deliciosamente, tan poderosamente que allá en los cielos Alguien se fue a ocultar, asustado y derrotado. Mi piel húmeda y perfecta se unió a la de mi amante, y lo hice sentir lo que su hembra jamás hubiera conseguido procurarle... Nos tocamos, nos rozamos, nos movimos en toda posición, por todo el cuerpo, las bocas, los sexos, los ortos, los pliegues, ultrajando con goce inigualable el nombre del Altísimo Niñito Asustado. Le he realizado toda clase de artilugios oscuros y esquisitos, lo puse en un duelo tal con su placer y su deseo en proceso de satisfacción, lo hice confesar de tal manera la extensa perversión de sus bríos y sus fijaciones, que mi pastor explotó expulsando su semilla más allá del mundo de los sueños, rompiendo sus cielos y llegando hasta el mundo terrenal, donde él yacía desmayado, donde yo lo estaba esperando para devorar su semilla con mis labios...

Fue así como aprendí mi oficio para desafiar sin tregua al Señor de la ira; fue así como quedé preñada de un hijo del hombre por primera vez.
Mi pastor, creyendo que nuestra aventura había sido sólo un sueño, volvió con su compañera, y esa tarde en la llanura, junto a los silbidos de los genios, se escucharon gritos placenteros de mujer.


Fragmento del Génesis de Lilith
por Víctor Kraskatollin