viernes, 23 de julio de 2010

Demasiado mental


Ardía la resistencia en el diván. Cinco años de terapia, y aquí estábamos, empantanados. Ella sudaba, frustrada, y mascaba nicotina. Rompió el incómodo silencio y arremetió contra mi terquedad:

- Es que eres un paciente demasiado... mental. Debes intentar...- me dijo, yo creo sin saber bien hacia dónde se dirigía su sentencia- debes dejarte llevar.

Respiré profundo... saborée la proposición, pero... algo faltaba. Siempre me falta algo.

- A ver - esculpí mi respuesta - sólo quiero saber que entiendo lo que me dices cuando dices...

- ¡Ajá! ¿Lo ves? Ahí vas de nuevo: quieres "saber", quieres "entender". Sólo estás usando la mente, estás siendo mental. La mente debería de aprender a dejar de... ser la "torre de control", dejarse llevar por los sentimientos, por la pasión.

Me di cuenta del problema y sonreí. En verdad, me sentí mejor por eso.

- Disculpa si te interrumpí - ella prosiguió - pero es que soy una apasionada.

- Sí, yo también lo soy, aunque no suelo dar esa impresión.

- Sí, eres intenso. Pero no sabes dejar de pensar. No te dejas llevar. No te dejas emocionar.

Sonreí bien. Sonreí mucho; no ruidosamente, sino profundamente. En verdad veía el problema.
Finalmente, hablé.

- ¿Qué es la pasión? ¿quién decide?

- ¿Qué?

- ¿De dónde viene el estremecimiento interior que no me ha dejado dormir?

- Ésa no es pasión... es una obsesión.

- ¿Dónde termina una y comienza la otra?

- Bueno... la obsesión es incómoda. La pasión es gozosa.

- ¿Quién decide?

- La convención... supongo - dijo, algo asustada-.

- ¿La convención es apasionada? ¿Acaso no es pasión aquella que te supera, que te domina, que no puedes evitar? ¿De dónde viene el estremecimiento del que comprende algo? ¿Por qué cuando comprendo el problema, cuando veo que aquí nos estamos disputando una palabra y no la realidad, o cuando entendí cómo logran suspenderse las estrellas en sus órbitas... por qué cuando sé algo, cuando entiendo algo, una fuerza estremecedora emerge de mis entrañas y me hace exclamar... "eureka"?

- Pues no lo sé... ¿necesitas saberlo?

- No. Pero me fascinaría, me deleitaría... saberlo me provocaría un éxtasis incontrastable. Puedo ver que a ti no te interesa, porque no te apasiona.

- ¿La obsesión?

- Sí. La obsesión es la pasión de la mente. Y tú eres apasionada... pero no te dejas llevar... no te dejas obsesionar.

Terminó la sesión... la última que mantendríamos. Ella permaneció calmada, taciturna. Miró un pajarillo en la ventana, comiendo alpiste. Y me volvió a mirar. Había una mezcla de resignación y compasión en su mirada. Me recomendó a una colega suya, mujer apasionada, de pocos pacientes y muchas historias... quizá ella...quizá.

A la mañana siguiente, le llamé... por primera vez.


Extracto de Conversaciones con mi psicóloga y amiga
de Vicktor Kraskatollin