domingo, 6 de septiembre de 2009

Frente al Adversario


El Adversario me miró con terrible saña, con esa que lo hace odioso y de la que tanto se jacta, y tomó la palabra para dar por fin explicación de una reunión que por otra cosa no tendría sentido:

- Te he llamado - díjome - para hablar; para hablar de una buena vez de cómo acabar con tu aflixión derrotando a tu Enemigo, a Aquél que vaporiza el sentido de tantos de tus partos doloridos. A ti, serpiente bella, he venido en búsqueda de un alma amiga. De un alma hermana, porque somos tú y yo finalmente de la misma calaña. Y de una cosa cierta y sagrada estamos convencidos: de que Su muerte será para nosotros el fruto delicioso, el banquete preferido. En Su altar levantaremos nuestro espíiritu herido, y en Su sangre nos bañaremos para alabar Su olvido.

- Pobre viajante iluso de entendimiento errado - dije con mi voz más atractiva. No ha de ser tu lengua la que pronuncie mis designios. Deja de hablar de lo que poco entiendes, y no convides un baile que no es de mi tonada y ni siquiera existe. Yo no soy como tú, querido amigo.

- Es posible afirmar que la hembridad es la perdición del raciocinio. Dime, en qué mundo, en qué sentido, no es tu odio tan profundo como el mío.

- Bajo cualquier cielo, tu odio no es el mío. Y es por eso que no quiere escuchar tu oído y que tu cabeza no quiere para nada dejar un lugar limpio para que yo hable por mí misma. No puedo negar que a nadie odio más que al Altísimo. Sus manos - si las tuviera - escurren cada día con la sangre de mis hijos. Y en Edén, cuando hube cobrado lo que me correspondía, en el placer de Eva, mi dulce compañía, me maldijo con su fuerza de por vida. ¡¿Cómo no he de odiar al que mata cada día a una centena de los que en mi vientre engendra la lujuria de sus crías?!

- Y aún así, no deseas destruirlo. Aún así no te unes a mi furiosa melodía... ¿Será que la vejez ha conquistado el viejo fuego que en tu vengativo corazón ardía?

- ¿Quién es viejo, Luzbel? Viejo es quien cambia sin correr en la misma dirección del cambio. Yo siempre he sentido entre las venas el fuego del que hablas, del que pende mi carrera. Y el terrible estupor que no se apaga, ha cambiado mis entrañas tantos años, que lo extraño cuando no corta mis llagas. Ha cambiado ese extraño amor por mi venganza. Y he sabido quién soy en el recorrido. Porque mucho, Luzbel, mucho he corrido. Más de lo que ven de tus ojos las llamas. Pero he sabido quién soy, porque he vivido. He estado en Edén, y he probado sus vinos. He parido con fiereza el fruto de los vivos, tras sembrar en mis entrañas de sus cuerpos los fluidos. Cuando sueña el hombre con el paraíso, yo he sabido robar el pedestal y regalar placer a santos, pecadores y benditos. Y he sido mujer más de lo debido. Yo he vivido, he amado y he sufrido y he matado. Y por todos los frutos de mis ramas caídos, y por toda la sangre de mis hijos vencidos, por los lilings valientes y el perfecto gemido, escucha en medio de tu corazón al rayo atronador que sea mi grito ¡Yo soy yo, Luzbel, y no tu mito!...Por eso tu odio, Adversario, querido amigo, por eso sencillamente tu odio no es el mío. Mi odio es amor por lo que he venido a ser. Yo odio por ser palabra pronunciable por mi amor y por mi ira, por la tumba y por el nido, por mis pasos, y delicias, por mis soñadores, por mis delitos. Yo he odiado, por ser, al que no quiere admitir mi ser. Tú, en cambio, ¡tú Lo odias porque quieres ser Él! Tú lo odias porque no quieres existir...porque no quieres vivir, no quieres apestar, fornicar, ni fenecer... A tal grado Él quieres ser que hasta tu odio por Él se ha vuelto odio por ti...si fuera por ti, tú no querrías existir... si fuera por ti, tú no querrías ser. Y ahí encuentro otra feliz disparidad: yo no he sabido, como tú tener piedad.

- ¿Piedad?

- Tú, que ansías con destruirlo, no has podido ver en tu deseo cumplido un acto de piedad, de misericordia por Él que no se la ha permitido. Si miras como yo, dentro de sus ojos, la infinita tristeza del futuro, entenderías por qué Su destrucción sería un piadoso acto de bondad. La fuente de su ira, del rencor que nos reserva, tortura de su vida, que mi furia no dispensa, es para su triste corazón la vida eterna.

- Creo...que ahora veo.

- Cuando estuve en Edén, retosando con la bella mujer, hubo una rama de la que pude comer, y así habría terminado la miseria de Yahvé. Soy, ante todo, la que aquél momento fue. Porque decidí ser. Di a mi dulce compañera del otro fruto, el del saber. Y fue cuando se vio desnuda y humillada, y aterrada corrió a convertirse en la mujer. Le di un regalo: la vida. Le di el dolor, la angustia, la agonía...le di en la oscuridad del sueño la promesa del fin de sus días. Le di el ansia, el afecto, la pasión, la alegría. A mi Adán le di una nueva compañera; le di la tentación, la esperanza y el lecho para descanso de sus días. Yo rompí algo en la eternidad que Él profería. Rechacé la vida eterna porque de haberla bebido, me parecería a él. El Pequeñuelo Eterno sabe que no mentía, y que no estaba siendo cruel. Eligiendo el final destruí la apatía, la roca, la desidia. Por eso no soy como tú. Porque mi lucha contra Él es que di vida. Verdadera vida di al hombre que en el mundo muerto de la eternidad, en el fondo aún era de arcilla.

Cada día que sufro agradezco a mis pasos la alegría de no ser Él, de no estar mudo, iracundo y aterrado en la promesa marchita de lo que alguna vez fue Edén. No sé quién soy yo Luzbel, soy tu decepción, soy de Eva la ilusión, soy la muerte, soy el sueño y, los que sueñan con mi amor, te jurarán que, entre mis piernas conocieron la pasión. Y entonces, en realidad no sé quién soy, y no soy Quién, para tornar esa pregunta en una vida de obsesión... pero no soy tú...y por mi vida, por mi incierta, mi adorada y mi finita vida, no soy Dios.

Fragmento del Génesis de Lilith

de Víctor Kraskatollin

2 comentarios:

  1. Amigo finalmente pude leer completo el génesis de lilith :) tu ya sabes que te admiro jejeje pero lo reitero

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  2. Gracias, amigo. Esa palabra "amigo" escasea últimamente. Me da gusto que, al buscarla en mi diccionario cerebral, estés en los encabezados.

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