jueves, 9 de abril de 2009

Llueve


Pero todavía llueve...Aun si estuviera dispuesto a irme, tendría que agregar que todavía llueve. Sin embargo, tengo que confesar que quisiera tener el valor de salir de mis abrigos antiguos y decir que ¡al fin llueve! Tanto tiempo he permanecido abrigado, envejeciendo, mirando mi juventud perderse en las honduras por siempre legendarias del recuerdo, de una memoria que me es completamente nostálgica, que he querido aparentar demasiado... La tierra está cambiando, y su luz oscurecía mis sentimientos y les imprimía la pátina de los años esperanzados, los años soñadores, alucinados, cuando la leyenda de mi vida estaba más viva que nunca.

Siempre supe que me gustaba la lluvia, porque después de cada "casi", traía un "al menos". Entonces, ¿por qué ahora no puedo decir que AL FIN llueve? ¿Sólo porque eres hermosa? ¿Sólo porque traes una promesa más cercana, porque tu vientres parece más amable que la estepa? No, no puedo creerlo. Si tú no crees poder soportar la lluvia que yo amo como a la vida, entonces te valdría más no hacer promesas. Te valdría más dejar que me perdiera en el narcótico delirio de la gloria pretérita. Pero tu hermosura me hace sentir algo parecido a la lluvia, pero menos fugaz, y mucho más bello... Creo que te he convertido en mi lluvia cuando me di cuenta que eres el futuro de todo lo que esperaba. Así que me iré contigo, si vienes conmigo a la lluvia, aunque sea sólo unas veces al año.


Fragmento de Un libro que nunca fue

de Víctor Kraskatollin

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